HABLANDO DE HOMILIAS

En el post de ayer hablé de las homilías bien hechas, creo que ese gusto por las homilías bien hechas, lo adquirí gracias al padre Rector de mi Colegio en mi tiempo allá, hablo del ahora Obispo, Mons. Jorge Enrique Serpa, en esos tiempos de juventud mía era toda una emoción ir a la misa dominical, cuanta admiración provocaba en mi esas homilías. Tenían fuerza sin ser regaños, tenían autoridad, profundidad, sencillez.

Una buena homilía en un corazón joven produce admiración y la admiración produce atracción y la atracción búsqueda y la búsqueda encuentro, amor, dudas, en fin, produce movimiento adentro y que es la fe sino un movimiento interno constante y fortaleza en el corazón, una fe estática no sobrevive, y las homilías si que son fundamentales, porque cuando ellas crean en el corazón de uno, eso: admiración. Creo logran muchísimo.

Se que existen algunas técnicas para hacer una homilía, de la que más sé, es VIDA-PALABRA-VIDA es como lo que más se usa, o aquellas que consuelan y consuelan al pueblo de Dios abatido por los problemas, u otras que son como motivacionales a partir de la Palabra, pero las del padre Jorge (no me acostumbro a decirle Mons) eran diferentes, no tengo idea de que técnica era la que usaba o la que usa, pero que buenas eran.

También pienso, que es todo un arte esto de preparar una homilía, un arte que cuando escucho una buena, me sigue produciendo admiración.

¿Qué cosas provocaban las predicaciones de Jesús en sus oyentes?  Muchísimas, a unos cuantos les fastidió hasta el punto que sus actos y palabras le condujeron a la muerte. Pero a quienes lo siguieron: ¿Qué les producía?

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