¿De qué cosas y cómo nos habla Dios en la Biblia?


Dios nos habla en la Biblia como su autor

¿De qué cosas y cómo nos habla Dios en la Biblia? Cómo se fue componiendo la Biblia.



Autor: Antonio Gracia | Fuente: Catholic.net



Dios habla a través de la Sagrada Escritura, que es la respuesta efectiva y plena a todos los problemas y preocupaciones de la humanidad. Una vez más, Dios es la respuesta. La Iglesia que Él se ha dignado fundar mantiene fielmente esta oportunidad de salvación ofrecida por el Señor: la Iglesia católica.





1. Dios nos habla en la Escritura como autor principal de ella

La Biblia es la "Palabra de Dios". Es su pensamiento expresado a través de sonidos humanos. Es su estilo de hablar a la humanidad. Dios escogió un pueblo, el pueblo de Israel, en el cual, a través de una larga historia, fue manifestando sus designios de salvación, por medio de los acontecimientos y las obras que Él fue disponiendo. Pero no solamente Dios habla a un grupo a través de su palabra; habla también al individuo, nos habla a cada uno de nosotros, para comunicarnos su mensaje de amor, de vida y de salvación personal. El Señor que nos invita, nos llama, se acerca a nosotros porque quiere comunicarnos algo: una enseñanza, un consejo, una frase de aliento o un regaño cuando no sabemos comprender a su bondad. Pero siempre es la palabra del Padre que se preocupa por sus hijos porque busca su bien y su felicidad.

2. ¿De qué cosas nos habla Dios en la Biblia?

Es muy difícil concretar la riqueza de su mensaje. Pero, en líneas generales abarca los siguientes temas:

a) Nos habla de sí mismo. En la Biblia, todas las páginas nos hablan de Dios. Pero no precisamente de un Dios lejano, estirado, juez, como pareciera a primera vista cuando leemos frases como: "Yo soy el que soy", "El Dios de poder", "El Señor de los ejércitos", etc., se trata de un Dios personal, vivo, cercano, providente, amoroso. Se trata, en una palabra de un Dios - Padre que se preocupa por nosotros y rige nuestros destinos en orden a nuestra felicidad temporal y eterna.

b) Nos habla del hombre, y nos dice que Él mismo lo creó formándolo "a imagen y semejanza suya". La palabra "imagen y semejanza" en hebreo significa, más que retrato, "reproducción". El hombre es imagen y semejanza de Dios porque participa, reproduciéndolas, de las bondades y cualidades divinas". "Lo has hecho - canta el salmo 8 -, poco menos que Dios, lo has coronado de gloria y honor, le diste el señorío sobre las obras de tus manos, todo lo has puesto debajo de sus pies". Todo eso es la esencia de la naturaleza humana. Claro que el hombre, a pesar de su grandeza y señorío, está revestido de carne débil; tiene inclinaciones que le invitan al pecado, al rebajamiento, al barro; y se rebaja, dando al traste con su grandeza. Entonces rompe las relaciones con Dios, se torna infiel a su amor. Pero el Señor no cesa de invitarle a que rehaga las relaciones perdidas. Ese es el drama humano a grandes rasgos que la Biblia nos muestra.

c) Nos habla de la naturaleza cuando nos dice, al abrir la Biblia, que "al principio creó Dios los cielos y la tierra". El mensaje no intenta dar de la creación una descripción científica, sino una información popular. Pero a pesar de esa intención sencilla, resulta todo un poema elocuente de la grandeza del Creador. Da gusto leer las primeras páginas de la Biblia en que el autor va descubriendo con pinceles maravillosos la obra creadora del mundo, para que veamos ya en esos párrafos el punto de partida del plan divino y de la historia de la Salvación.

d) Nos habla de la historia de la Salvación. Podríamos decir que toda la Biblia es fundamentalmente "la historia de la salvación". La historia de un pueblo que el mismo Dios escoge, para que a través de él vaya transmitiendo el mensaje salvador a toda la humanidad.

e) Nos habla de Jesucristo, el enviado de Dios al mundo, cuya misión principal es reconciliarnos con el Padre. El mismo Jesús le dirá a Nicodemo: "Tanto amó Dios al mundo, que le dio a su Hijo Único, para que todos los que crean en Él no perezcan, sino que tengan vida eterna" (Jn 3, 16). El Antiguo Testamento es una promesa de esta venida; el Nuevo Testamento nos manifiesta el cumplimiento de esta promesa. Por eso ambos Testamentos están íntimamente ligados entre sí.

f) 6. Nos habla del Reino de Dios. "He aquí, leemos en san Mateo 12, 28, que ha llegado a vosotros el Reino de Dios". Toda la misión salvífica del Mesías se concentra en la idea del Reino de Dios. Cristo viene a traernos ese Reino, que se hace presente en el mundo como un grano de mostaza (Mt 13, 31), como una levadura (Mt 13, 33), pero que llegará a su plenitud poco a poco al final de los tiempos. Más aún: Ese Reino no sólo está presente en el mundo, sino que "Ya está dentro de nosotros" (Lc 17, 21).

g) Nos habla también de la religión, de la gran lucha entre el bien y el mal, de las virtudes teologales y cardinales, del comportamiento del hombre, de la felicidad matrimonial, de la buena convivencia entre los hombres, etc. Cada libro de la Biblia plantea un tema distinto, interesante y apremiante. Pero no es un tema suelto o independiente de los demás.

3. ¿Cómo nos habla Dios en la Biblia?

• Primero, Dios nos habla a través de los hombres. Dice el autor de la Carta a los Hebreos: "De una manera fragmentaria y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; pero en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todo, por quien también hizo los mundos" (1, 1-2).
• Segundo, expresando su mensaje en el lenguaje propio de los hombres para que puedan entenderlo. Es decir, Dios, al hablar a la humanidad, no emplea un lenguaje rebuscado. Su mensaje no surtiría ningún efecto. Emplea un lenguaje simple, de manera que hasta los menos cultos puedan captarlo. Por eso se sirve de las maneras de hablar, modismos y géneros literarios que los escritores y las gentes usaban en el tiempo en que Dios le comunicó su Palabra.


4. Cómo se fue componiendo la Biblia

¿Cómo se compusieron los libros de la Biblia? Los acontecimientos que el Pueblo de Dios fue viviendo desde sus orígenes se transmitían de viva voz por el mismo pueblo.

Se fueron completando con más interpretaciones con el correr del tiempo, para descubrir su verdadero sentido. Esta interpretación se hizo siempre a la luz de la fe.

Al principio, se ponían ocasionalmente por escrito. Pasado el tiempo, alguien recopiló los diversos escritos, las tradiciones orales y los otros documentos existentes, formando así una herencia común redactada para todo el pueblo. Esta redacción se convirtió finalmente en el libro definitivo que ahora conocemos.

Los textos no siempre quieren presentar reportajes en directo, ni narraciones históricas o científicas. Son reflexiones de la fe sobre las grandes cuestiones del hombre o sobre los problemas que golpean a la vida de la Comunidad en un determinado momento.

Estas reflexiones hacen avanzar la revelación a través de todo el Antiguo Testamento, hasta llegar a la plenitud en el Nuevo. Pero el misterio de todo este proceso está en que siempre actúa la asistencia del Espíritu Santo. Por eso, el libro es fruto de la acción humana y de la acción de Dios.

La Biblia no es un libro caído del cielo, como pretende serlo el Corán, libro santo de los que practican la religión creada por Mahoma: "No hay más Dios que Él, el poderoso, el sabio. Él es quien hizo bajar sobre ti el libro de Él" (Sura 3, 6-7).

La Biblia ha tenido una larga historia, cuya reconstrucción está llena de complejidades: no disponemos de fechas precisas y datos para todos los libros de la Sagrada Escritura.

Por otra parte, no hay que olvidar nunca el dato de la tradición oral: primero la tradición, después la Escritura; es más, la tradición se mantiene como realidad viva que interactúa con los escritos durante todo el periodo de la formación del Antiguo Testamento.

Incluso, después de haber sido puestos por escrito, la mayoría de los textos bíblicos continuaron siendo leídos, actualizados, profundizados: sólo al final, se consideró al Antiguo Testamento como algo finalmente terminado.


Etapas de la formación del Antiguo Testamento

Veamos ahora en este esquema las etapas de la formación del Antiguo Testamento:

a) El período de los patriarcas. El primer capítulo de la historia de Israel está ligado a tres generaciones (o tribus) de patriarcas arameos: Abraham, Isaac y Jacob (pertenecen al siglo XIX antes de Cristo, aproximadamente).

b) El Éxodo. Para la segunda gran "palabra de Dios" hemos de trasladarnos a los años 1250-1200 antes de Cristo. De un grupo de esclavos, Israel, a través de la gran "Pascua de liberación", pasa a convertirse en pueblo de Dios.

c) El periodo monárquico o de los reyes. Después de casi 200 años de lucha por la ocupación de la tierra de Canaán, sigue la larga experiencia de la monarquía (del año 1000 al año 587 antes de Cristo).

d) El Exilio o Deportación en Babilonia. El año 587 antes de Cristo cae Jerusalén y con ella se desmoronan los fundamentos de la historia de Israel: la dinastía de David, la libertad en la "tierra prometida", el templo de Jerusalén.

e) El período de judaísmo. Se llama así porque sólo un "resto" de los descendientes de Judá (hijo de Jacob y representante del Reino del Sur) vuelve a Jerusalén y a la tierra santa.



5. Fechas de composición

El Antiguo Testamento se escribe durante el largo periodo que va desde el reinado de Salomón, en el siglo X, hasta un siglo antes de Cristo.

El Nuevo Testamento, por su parte, se escribe desde unos veinte años después de la muerte de Cristo, en vida de la primera generación de cristianos hasta la muerte del último apóstol. Es decir, entre los años 50 y 100.

La Santa Biblia fue redactada por Profetas, sabios, poetas y apóstoles, durante catorce siglos, pero todos dirigidos e inspirados por Dios para que no escribieran ningún error espiritual. Los redactores más famosos de la Santa Biblia fueron: Moisés, el rey David, los profetas, Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel. Los cuatro evangelistas San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan y, por el apóstol San Pablo.


6. El lenguaje usado por los autores bíblicos

Si nos fijamos en nuestro estilo de hablar, veremos que una misma verdad la podemos expresar de múltiples maneras.

Corrientemente, no nos importa el modo, sino que vamos abiertamente a la verdad que queremos expresar. Por ejemplo, esta es la verdad que quiero comunicar: "estoy en una situación difícil que me hace deprimirme". Para expresarlo a un amigo, le digo: "Oye, estoy hecho polvo". No cabe duda que mi amigo me entiende perfectamente.

Otro ejemplo: un niño muere en un accidente. De este accidente son testigos el papá y la mamá que iban con el niño, el policía de tránsito y un señor extraño que pasaba por el lugar del siniestro.

Los papás, llevados por la impresión tremenda de que el muerto es su propio hijo, contarán con un realismo quizá exagerado hasta los últimos detalles del accidente.

El policía lo hará, probablemente, como quien relata un atentado policiaco. Está tan acostumbrado a presenciar escenas similares, que ya casi, una más, no le impresiona gran cosa.

Por su parte, el "señor extraño" que pasaba por allí y no tenía que ver nada con la cuestión, dirá las cosas sin dejarse llevar por la emoción.

¿Cómo la vamos a juzgar nosotros que no presenciamos el accidente?
Si nos referimos a los papás, diremos quizás que al hacer el relato fueron exagerados; del policía diremos que, como no se fijó bien, mintió; y del testigo casual diremos que, al no importarle lo sucedido, confesó cualquier cosa por salir del paso.

Todo esto está diciendo que a la hora de juzgar algo, hay que hacerlo teniendo en cuenta quien lo dice o escribe, e incluso las circunstancias del hecho sucedido.

El Concilio Vaticano II lo dice claramente: "Dios habla en la Escritura por medio de los hombres en lenguaje humano; por lo tanto, el intérprete de la Escritura, para conocer lo que Dios quiso comunicarnos, debe estudiar con atención lo que los autores querían decir y lo que Dios quería dar a conocer con dichas palabras. Para descubrir la intención del autor, hay que tener en cuenta, entre otras cosas, los géneros literarios" (La Divina Revelación, # 12).


Conclusión

Dios es el autor de la Biblia, Él nos habla en ella, nos da a conocer sus caminos de salvación y nos invita a encontrar la verdad en su Iglesia que Él funda.

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