LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN ARRUINÓ PRIMERO SU SACERDOCIO Y DESPUÉS SU VIDA (Camilo Torres)

FUENTE: http://infocatolica.com/blog/historiaiglesia.php/1001191228-otra-historia-de-clerigo-revo#more6608

El sacerdote Camilo Torres Restrepo nació en el tradicional barrio de La Candelaria (Santa Fe de Bogotá), en el seno de una familia burguesa conformada por el prestigioso pediatra y científico Calixto Torres Umaña e Isabel Restrepo Gaviria, unión de la que nacieron Fernando y Camilo; con anterioridad, doña Isabel había enviudado y tenía dos hijos, Gerda y Edgar Westendorp. Los progenitores de nuestro personaje eran personas totalmente disímiles: el padre, concentrado en sus investigaciones y consultas, era poco amigo del boato social, mientras que la madre era todo lo contrario: extrovertida, amiga del gasto excesivo, de las reuniones, los tés y las frivolidades, aunque muy humana y comprensiva con sus hijos. Una pareja así poco futuro tenía y finalmente el matrimonio se disolvió en 1937.
La primera formación intelectual de Camilo Torres fue bastante exigente. En 1931, cuando apenas contaba dos años de edad, su padre fue nombrado representante de Colombia en la Liga de las Naciones con sede en Ginebra; así, aprendió simultáneamente las primeras letras en castellano y francés. Para ese entonces ya el matrimonio Torres-Restrepo funcionaba mal y al año largo de vivir en Suiza se produjo una primera separación. Doña Isabel y sus cuatro hijos se trasladaron a Barcelona, ciudad a la que fue a buscarlos el doctor Torres y desde la que regresaron a Colombia en 1934.

Los niños Torres fueron matriculados en el Colegio Andino, pero Camilo terminó su bachillerato en el Liceo Cervantes en 1946. Buena parte de la infancia y la adolescencia las pasó Camilo en el campo, pues después de la separación doña Isabel decidió vivir en una finca lechera ubicada en las afueras de Bogotá. Camilo se vinculó a los boy scouts y desde un principio mostró indudables dones de líder, aunque era indisciplinado, y muy dado al romance y a la dolce vita.


Durante el primer semestre de 1947 entró a estudiar derecho en la Universidad Nacional. Pero, gracias al contacto con dos promotores Dominicos y luego de un período de incertidumbre, decidió hacerse fraile predicador y quiso partir, a escondidas de su madre, al noviciado de Chiquinquirá. Doña Isabel alcanzó a detenerlo en la estación de La Sabana. Vino un período de oposición paterna, otro de diálogo y finalmente, en septiembre de 1947, los esposos Torres-Restrepo aceptaron que su hijo entrara en el Seminario Conciliar de Bogotá.

Siete años dedicó Camilo Torres a su preparación. Se ordenó sacerdote el 29 de agosto de 1954 y su primera misa la ofició en la capilla del Liceo Cervantes. El padre Camilo viajó, el 25 de septiembre de 1954, a Bélgica, a la Universidad de Lovaina, con el fin de adelantar estudios de sociología. Allí se encontró con un viejo amigo suyo del seminario, Gustavo Pérez, y juntos se involucraron en el maremágnum de ideas que en plena guerra fría hervían en la Europa de entonces. En especial, Camilo Torres recibió la influencia de la Democracia Cristiana, del sindicalismo cristiano y de las teorías sociológicas en boga, y se aproximó, aunque tímidamente, al marxismo, andamiaje intelectual que le sirvió para abrazar una causa que nunca abandonó: la de los oprimidos, con el ideal nunca alcanzado de llevar con ellos una vida comunitaria y compartir sus tareas y esfuerzos.

Camilo era una persona muy inquieta intelectualmente y se sentía además inclinado por la acción social. Ya desde los tiempos de seminarista en Bogotá había adelantado campañas en pro de los picapedreros de las lomas aledañas al Seminario Mayor de Bogotá. El contacto con la sociedad y cultura europeas le permitió comprobar las distancias existentes entre el primer y tercer mundo, y se convenció también de que una de las grandes dificultades para un desarrollo más armónico de estos últimos países radicaba en la falta de investigación social, problema que trató de solucionar en 1955 cuando fundó el Equipo Colombiano de Investigación Socio Económica (ECISE), que tuvo comités en la mayoría de los países de Europa occidental. Además, asistía a cuanta conferencia hubiese y participaba en muchas reuniones de estudiantes latinoamericanos sobre los temas que le interesaban; para completar su ajetreada y apretada agenda, ocupó la vicerrectoría del Colegio Latinoamericano.

En 1957, Camilo Torres se acercó de forma decisiva a problemas sociales bien complejos: los tugurios existentes en París, y muy particularmente los grupos de la resistencia argelina, le permitieron vislumbrar la realidad de un proceso de liberación nacional y el papel que le correspondía al intelectual en dicha lucha. Contó con el apoyo de su gran amiga, compañera, confidente y posteriormente secretaria, Marguerite Marie Guitemie Olivieri. En 1958, luego de permanecer en Bogotá reuniendo los datos necesarios, se graduó como sociólogo con la tesis “Una aproximación estadística a la realidad socio-económica de Bogotá", publicada en 1987 como “La proletarización de Bogotá", que fue dirigida por el profesor Yves Urbain. Este trabajo es pionero dentro de la sociología y la antropología urbanas.

Luego de culminar sus estudios en Lovaina y gracias a la intervención de su hermano Fernando, adelantó un curso de verano en la Universidad de Minneapolis (Minnesota), donde conoció a Teodore Caplow. Tuvo la oportunidad de doctorarse en Sociología en la Universidad de Lovaina, pero prefirió dedicarse al país, a sus gentes y problemas. En momentos dramáticos, cuando todavía dudaba entre la sotana y el fusil, tuvo la oportunidad de volver a Bélgica, pero pudo más su honesto compromiso con los desheredados.
Al regresar a Colombia, en enero de 1959, fue nombrado capellán auxiliar de la Universidad Nacional, y junto con el sociólogo costeño Orlando Fals Borda fundaron la Facultad de Sociología de esa universidad. Camilo Torres inició allí una importante labor docente, investigadora y de acción social, que le sirvió para emprender un plan piloto para el barrio Tunjuelito, con el que ganó el prestigioso Premio Nacional de Beneficencia Alejandro Ángel Escobar.

Al comienzo, el emprendedor sacerdote fue visto con recelo por los virulentos estudiantes, pero era tan convincente el mensaje y de tanto carisma el personaje que poco a poco consiguió seguidores, no sólo en el campus universitario, sino en otros sectores sociales, incluidos los de su misma clase. De ideas progresistas también en temas de Iglesia, aprobó el noviazgo para curas y seminaristas y abogó por el ecumenismo. Las autoridades eclesiásticas y el cardenal Luis Concha Córdoba comenzaron a recelar de las actuaciones y de la cada vez más creciente popularidad del joven sacerdote, que llegó a su punto máximo cuando, en julio de 1962, al finalizar una larga asamblea estudiantil, los enardecidos estudiantes lo proclamaron rector de la Universidad Nacional.

Ésa fue la gota que colmó la paciencia del conservador prelado, quien de inmediato lo destituyó como capellán de la Universidad y le prohibió volver a dictar clases allí, poniéndolo al frente de la parroquia de La Veracruz. Luego de mucha insistencia por parte de las directivas del alma mater, Concha Córdoba permitió que terminara el semestre académico. Durante los tres años que Camilo Torres permaneció en la Universidad Nacional, experimentó una permanente evolución de su pensamiento. El contacto con los problemas más candentes del país lo fueron radicalizando cada vez más. En 1960, sus conceptos aparecieron como salidos de tono: en una evaluación que hizo de Radio Sutatenza, de monseñor José Joaquín Salcedo, mostró que ese programa era demagógico y perjudicial para el campesino, pues en aras de una campaña anticomunista, suscitada después de la revolución cubana, se incitaba al odio y se ocasionaba violencia, tema este último en el que Camilo también profundizó y que le sirvió para desengañarse, aún más si cabe, de la Iglesia y de las clases privilegiadas.

Entre 1962 y 1965, Camilo Torres fue una de las figuras más importantes de la vida del país: la parroquia de La Veracruz se convirtió en el sitio preferido para desposarse: era “in” en la sociedad bogotana de entonces decir que Camilo era el cura que los había casado. Por los tiempos de su salida de la Universidad Nacional, había sido nombrado miembro de la Junta Directiva del recién fundado Instituto de la Reforma Agraria (INCORA): allí tuvo problemas al cuestionar permanentemente las políticas del Ministerio de Agricultura, pero conoció muy de cerca la problemática campesina colombiana, la burocracia y el proselitismo de Estado.
En julio de 1964 apareció en Colombia un nuevo movimiento guerrillero, el Ejército de Liberación Nacional, el cual llamó la atención de Camilo Torres pues, según él creía, no estaba tan “contaminado” como los demás grupos insurgentes. En enero de 1965 inició contactos para comunicarse con la comandancia y en febrero lanzó la plataforma del Frente Unido de Movimientos Populares; a fines de abril se retiró de la ESAP y, presionado por la curia, preparó maletas para viajar a Lovaina. Según la jerarquía eclesiástica, a Camilo había que “descontaminarlo"; el viaje estaba previsto para el 22 de mayo, pero una apoteósica manifestación de respaldo estudiantil le hizo desistir el mismo día que debía embarcarse para Bélgica.

Un mes y cinco días después, el ELN tuvo su primer acercamiento con Torres Restrepo y el sacerdote tomó una de las decisiones más terribles y, por supuesto, equivocadas de su existencia: abandonar el sacerdocio, al cual había dedicado 18 años de su vida. Una vez fuera de la vida religiosa, mas no de la religión, pues hasta su muerte se consideró un católico convencido, visitó el campamento guerrillero en Santander y quedo en “comisión” en la ciudad, en la que debía seguir su programa de agitación política con el Frente Unido. En el momento en que fuera requerido, debía incorporarse a filas.

Durante cuatro meses y algunos días la figura de Camilo Torres creció, aún más, ante la opinión pública, pues recorrió el país y atrajo a gran cantidad de gentes; se perfilaba como el candidato alternativo al del Frente Nacional, Carlos Lleras Restrepo, pero Camilo nunca consideró la vía electoral como una solución a la injusticia social, discurso que caló muy hondo en un amplio conglomerado de personas. Logró aglutinar a gentes de diferentes tendencias de la izquierda y la política tradicional, y sobre todo captó la atención de grandes multitudes y las convenció de que la vía electoral no era una solución a la injusticia social y que el abstencionismo era una posición revolucionaria, de enfrentamiento y de lucha toda vez que “el aparato electoral está en manos de la oligarquía y por eso el que escruta elige, el que cuenta los votos determina la victoria". No se dejó tentar por ningún movimiento político y cada vez más un cerco de peligro le rodeó.

El 18 de octubre partió finalmente para la guerrilla y el 15 de febrero de 1966, en Patio Cemento, Santander, cayó muerto en su primer enfrentamiento con las fuerzas del ejército colombiano. El cadáver del “cura guerrillero” nunca le fue entregado a doña Isabel; el sitio donde fue enterrado es uno de los secretos más guardados de Colombia. Sobre tal situación, la madre de Camilo comentó alguna vez: “Soy la única madre colombiana a la cual se le ha negado la entrega del cadáver de su propio hijo. Como cristiana y católica practicante, les recuerdo que cuando a Cristo lo crucificaron como ‘’bandolero'’, no le negaron a la Virgen María la gracia que a mí se me ha negado". A pesar de que la muerte de Camilo Torres fue un golpe muy duro para el ELN, éste continuó sus acciones político-militares y siguió creciendo hasta 1972-1973, cuando bajo el gobierno de Misael Pastrana Borrero se llevó a cabo la operación Anorí, en Antioquia, en la que murieron los hermanos Manuel y Antonio Vásquez Castaño.

Los remanentes se replegaron, otra vez, a las montañas de Santander, a sus “santuarios” de San Vicente y el Carmen de Chucurí, a replantearse y reorganizar el movimiento, bajo la dirección de otro sacerdote revolucionario, esta vez el español Manuel Pérez Martínez (1943-1998), quien llegó a Colombia a fines de 1969, junto con Domingo Laín y José Antonio Jiménez, curas también, imbuidos de la admiración que Camilo Torres despertó en muchos jóvenes sacerdotes del mundo y seguidores de la teología de la liberación. Por desgracia, el influjo de Camilo Torres arruinó el sacerdocio de muchos clérigos jóvenes que, llevados por el romanticismo liberacionista, perdieron la vocación como ocurrió con el mismo Camilo Torres, aunque no acabasen de modo tan dramático como él.

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