¿CÓMO SE LEE LA BIBLIA?
Guía para leer las Sagradas Escrituras
P. Alejo
FUENTE: http://www.encuentra.com/articulos.php?id_sec=10&id_art=212&id_ejemplar=0
Se puede decir que la Biblia es uno de los libros más leídos. Hay muchos libros de autores antiguos que se leen, pero generalmente por especialistas o por iniciados en los temas correspondientes, pero la Biblia es leída por personas de todos los niveles intelectuales. ¿A qué se debe ese fenómeno?
Algunos leerán la Biblia por curiosidad -pocos-, la mayoría porque en la Biblia espera encontrar respuestas a los interrogantes que más afectan al hombre: ¿quién soy? ¿de dónde vengo? ¿cuál es el sentido de la vida? ¿cómo encontrar la felicidad? ¿en qué consiste el verdadero amor?
Para algunos las respuestas que da la Biblia son una opinión más, pero de mucho peso, ya que toda la cultura de occidente se ha edificado sobre la sabiduría en ella contenida. Para otros, las respuestas que da la Biblia son las respuestas, las únicas válidas para las aspiraciones más profundas del hombre.
En cualquier caso, quien quiere llegar a algún sitio ha de elegir el camino para conseguirlo. Si se ofrecen varios caminos, ha de ponderarlos cuidadosamente y más cuidadosamente si el punto de llegada tiene un interés capital, como lo es la cuestión de la felicidad. Si la Biblia es, al menos, un camino que muchos han seguido y siguiéndolo muchos han llegado, es de sentido común conocerla al menos para tomar las propias decisiones.
Antes de adentrarnos en la materia es necesario hacer unas consideraciones preliminares. Esas consideraciones están orientadas a conseguir la actitud mental adecuada para entender el mensaje y a configurar el marco en el que se sitúa la Biblia.
El primer punto se refiere a los distintos modos que los hombres tenemos para conocer la realidad. Salta a la vista que son diferentes las actitudes mentales del matemático, del botánico, del economista, del comerciante, del político, de la madre que conoce a su hijo. Y sin embargo en todos los casos se tienen conocimientos verdaderos. ¿Cuál es la actitud mental para conocer el mensaje de la Biblia?
El segundo pretende hacernos ver en qué se distingue la Biblia de cualquier otro libro que pretenda también dar respuestas a los interrogantes más profundos del hombre. La Biblia no es una exposición científica acerca del universo, no es un tratado de antropología ni siquiera un tratado de teología, en el sentido tradicional de la palabra.
La Biblia es un libro religioso que pretende recoger la intervención de Dios en la vida de los hombres, el diálogo de amor de Dios con los hombres. Y precisamente como se dirige a todos los hombres está escrita en un lenguaje que todos puedan entender, el lenguaje común de las gentes que convivieron con los autores de esos libros que componen la Biblia. Por supuesto que en ese diálogo, como en todo diálogo, se dan a conocer sus interlocutores, los fines e ideales de cada uno, los planes que tienen; en este diálogo, además, uno de ellos, Dios, arroja luz sobre lo que es el otro, el hombre.
Desde luego que existen otros libros que podemos encuadrar dentro del género de «Libros religiosos» como son el Corán, las Máximas de Confucio, el Zendavesta, incluso podríamos, si ampliamos mucho el concepto, incluir aquí todas las mitologías. Alguno de esos libros nos habla de Dios, otros de la constitución del mundo, del origen del mal, nos dan normas de comportamiento. Pero, a diferencia de la Biblia, nos hablan de un Dios imaginado por el hombre y de una constitución del mundo también imaginada por el hombre, no de realidades.
La Biblia tiene la pretensión de hablarnos de un Dios real, no construido por la imaginación del hombre, del origen del mundo como algo real, no como una mitología, de unas normas de conducta enunciadas por aquél que conoce al hombre. Pero no es esta la pretensión última de la Biblia. La Biblia quiere transmitirnos un diálogo de amor de Dios con los hombres, mejor aún, con el hombre, pero, aún más, quiere incorporarnos a cada uno a un diálogo, personal, de amor con Dios.
Cuando hablamos de diálogo debemos notar que, en cierto sentido, estamos hablando de la actividad más crucial para el hombre. Un hombre sin diálogo es un solitario, incompleto, sin amigos, sin amor. La única forma que tiene el hombre de comunicarse es abrirse al tú con el diálogo. Por supuesto que el diálogo tiene distintos grados de profundidad y, dependiendo de esos grados de profundidad, son los lazos de unión que establece. Desde la relación comercial que se establece en un diálogo superficial con el vendedor de la tienda, hasta la comunión de vida y amor que se establece en el diálogo entre marido y mujer. Por supuesto que en el diálogo entran en juego todos los medios de comunicarse que tienen los hombres.
Pues bien, ese diálogo al que pretende incorporarnos la Biblia es un diálogo de amor con Dios en el que se establecen vínculos tan estrechos y profundos que se puede hablar de amistad, filiación. Más aún, pretende incorporarnos a ese "diálogo" eterno entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo y que la unión establecida por ese diálogo se refleje en la Iglesia, es lo que pidió Jesucristo en su oración sacerdotal: "ut omnes unum sint sicut tu pater in me et ego in te, ut sint unum sicut et nos unum sumus" (Juan). Algunos místicos han llegado a decir que en la unión con Dios el diálogo llega a ser: Dios dice al alma: todo lo mío es tuyo y el alma dice a Dios: todo lo mío es tuyo.
¿Pero la Biblia no nos relata un diálogo que tuvo Dios con hombres que ya murieron? ¿Cómo es posible que yo me incorpore a ese diálogo? Efectivamente, la palabra del hombre es temporal, se pierde en la historia, pero la de Dios es eterna y permanece siempre actual. Más aún, la palabra del hombre, en la medida que es parte de ese diálogo con Dios, de alguna manera participa de esa eternidad y de esa actualidad. Por eso puedo yo incorporarme a ese diálogo que llamamos también revelación pública y convertirlo en un diálogo personal: yo y Dios.
Por todo lo anterior se ve claro cuál es la disposición que hemos de tener para leer la Biblia con fruto. Ha de ser una disposición de fe y amor. Esto implica la vida de la gracia y la vida de oración. Se trata en realidad no sólo de leer la Biblia sino de vivir dentro de esa historia de amor que son el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento.
II. LA BIBLIA. GENERALIDADES.
1 . LOS NOMBRES DE LA BIBLIA
Los autores humanos de la Biblia no le pusieron nombre a los libros que escribieron ni tampoco los firmaron. Tanto el nombre genérico de la obra como el de cada libro en particular les fueron dados posteriormente.
Los hebreos dividían la Biblia en tres grandes secciones, cada una de ellas comprendía varios libros.
La primera sección la llamaban TORAH, que significa LA LEY y comprendía los cinco primeros libros;
La segunda era LOS KETUBIM, que significa LOS ESCRITORES, y a la última le llamaban LOS URIM, que quiere decir LOS PROFETAS.
El conjunto de todos ellos se designaba como LAS SAGRADAS ESCRITURAS.
Al aparecer el cristianismo se sumaron a los antiguos libros hebreos los escritos de los Apóstoles y discípulos suyos que transmitieron la vida y doctrina de Jesús, y estos nuevos libros Sagrados fueron recibidos con igual veneración por los primeros Cristianos y juntados a los antiguos libros sagrados Hebreos. Fue entonces cuando este conjunto de Libros Sagrados escritos por inspiración de Dios en número total de 73, comenzó a recibir diversos nombres. Se le llama: PALABRA DE DIOS, SAGRADA ESCRITURA, ANTIGUO Y NUEVO TESTAMENTO y, finalmente, LA BIBLIA.
¿Por qué esos nombres tan diversos? Como veremos a continuación, cada uno de ellos expresa aspectos importantes de lo que es la Biblia.
Se llama SAGRADA ESCRITURA para expresar que no se trata un libro en el que se puedan buscar enseñanzas de tipo científico, y que tampoco es un tratado de filosofía o de teología. Ese nombre nos hace ver que se trata de un libro exclusivamente religioso que pretende unirnos a Dios, expresando de manera que entienda todo mundo lo que Dios nos dice para que le amemos y seamos felices.
La palabra griega diatheke, empleada para traducir el hebreo berith, alianza, es también susceptible de tener el sentido de testamento. El autor de la epístola a los Hebreos jugará deliberadamente sobre este doble sentido posible, para señalar cuán estrecho es el enlace entre la nueva alianza y la muerte de Cristo (indicada en las palabras de la consagración del cáliz en la cena), y de ahí la expresión de Nuevo Testamento que en todas las lenguas será tomada como sinónima de nueva alianza. Como la nueva alianza viene a sustituir la nueva de aquí surgen otras dos denominaciones de la Biblia.
ANTIGUO TESTAMENTO Y NUEVO TESTAMENTO
La misma palabra testamento que nos trae a la mente la idea de la expresión de los últimos deseos de un padre antes de morir, que deja a sus hijos la herencia de bienes y buenos deseos. Así también nos dice que Dios nos deja una herencia para que seamos felices.
ANTIGUA Y NUEVA ALIANZA nos descubre que Dios ha hecho dos alianzas con los hombres y que en la Biblia están consignados los términos de ellas. Que ha habido esas alianzas significa que existe un compromiso mutuo entre Dios y la humanidad. La Antigua Alianza fue rota, como luego veremos, no por Dios sino por el pueblo de Israel, pero Dios promete una nueva y definitiva Alianza que tendrá lugar en Cristo.
Finalmente el nombre más común para designar los libros santos es el de BIBLIA, expresión que proviene del griego. Si se considera que procede de "Ta Biblia" significará "El libro", como si dijésemos que ese es el libro por excelencia, el libro de los libros. Si se toma como originado en "Ton Biblion", significará los libros, expresión que nos hace ver que se trata de una pequeña biblioteca, un conjunto de 73 libros muy distintos entre sí, escritos en diversas circunstancias, en géneros literarios muy diferentes y en un lapso de tiempo muy prolongado. Desde que se escribió el primer libro hasta que se escribió el último de ellos transcurrieron muy probablemente 1600 años.
2. TEMA DE LA BIBLIA
Si bien es verdad que podemos leer aisladamente los libros de la Biblia y nos dejarán un mensaje bueno y útil para la vida, los 73 libros que la componen, a pesar de su diversidad, tienen un tema común. Todos giran alrededor de la PALABRA DE DIOS, del DABAR YAHWÉH. Como veremos más adelante, San Juan en el prólogo de su evangelio llama a Cristo Logos, que equivale a Verbo en latín y a Palabra en castellano.
Este único tema lo desarrolla la Biblia en 46 libros del Antiguo Testamento -antes de la venida de Cristo- y 27 del Nuevo Testamento -después de la venida de Cristo-. Pero no obstante el tema único la forma literaria y el contenido de todos esos libros es diverso. Atendiendo a estas últimas características se pueden clasificar en tres clases distintas perfectamente definidas.
LIBROS HISTÓRICOS. Tratan de narrar, a su manera, acontecimientos realmente sucedidos, aunque no pretendan ser una historia en el sentido técnico de la palabra.
LIBROS DOCTRINALES. Su objetivo principal es transmitir una doctrina, un mensaje, valiéndose a veces de imágenes, alegorías, parábolas o recursos poéticos.
LIBROS PROFÉTICOS. Tienen como objetivo principal recordar la Alianza con Dios. A la luz de esa alianza explican sucesos presentes al profeta y también anuncian acontecimientos futuros, para exhortar, sostener la esperanza y la fidelidad, advertir, etc.
Por supuesto que historia, doctrina y profecía se pueden encontrar en todos los libros de la Biblia, aunque cada libro se dedique más a uno de esos aspectos.
En el Antiguo Testamento encontramos 21 libros históricos, 7 doctrinales y 18 proféticos.
En el Nuevo Testamento tenemos 5 históricos, 21 doctrinales y 1 profético.
P. Alejo
FUENTE: http://www.encuentra.com/articulos.php?id_sec=10&id_art=212&id_ejemplar=0
Se puede decir que la Biblia es uno de los libros más leídos. Hay muchos libros de autores antiguos que se leen, pero generalmente por especialistas o por iniciados en los temas correspondientes, pero la Biblia es leída por personas de todos los niveles intelectuales. ¿A qué se debe ese fenómeno?
Algunos leerán la Biblia por curiosidad -pocos-, la mayoría porque en la Biblia espera encontrar respuestas a los interrogantes que más afectan al hombre: ¿quién soy? ¿de dónde vengo? ¿cuál es el sentido de la vida? ¿cómo encontrar la felicidad? ¿en qué consiste el verdadero amor?
Para algunos las respuestas que da la Biblia son una opinión más, pero de mucho peso, ya que toda la cultura de occidente se ha edificado sobre la sabiduría en ella contenida. Para otros, las respuestas que da la Biblia son las respuestas, las únicas válidas para las aspiraciones más profundas del hombre.
En cualquier caso, quien quiere llegar a algún sitio ha de elegir el camino para conseguirlo. Si se ofrecen varios caminos, ha de ponderarlos cuidadosamente y más cuidadosamente si el punto de llegada tiene un interés capital, como lo es la cuestión de la felicidad. Si la Biblia es, al menos, un camino que muchos han seguido y siguiéndolo muchos han llegado, es de sentido común conocerla al menos para tomar las propias decisiones.
Antes de adentrarnos en la materia es necesario hacer unas consideraciones preliminares. Esas consideraciones están orientadas a conseguir la actitud mental adecuada para entender el mensaje y a configurar el marco en el que se sitúa la Biblia.
El primer punto se refiere a los distintos modos que los hombres tenemos para conocer la realidad. Salta a la vista que son diferentes las actitudes mentales del matemático, del botánico, del economista, del comerciante, del político, de la madre que conoce a su hijo. Y sin embargo en todos los casos se tienen conocimientos verdaderos. ¿Cuál es la actitud mental para conocer el mensaje de la Biblia?
El segundo pretende hacernos ver en qué se distingue la Biblia de cualquier otro libro que pretenda también dar respuestas a los interrogantes más profundos del hombre. La Biblia no es una exposición científica acerca del universo, no es un tratado de antropología ni siquiera un tratado de teología, en el sentido tradicional de la palabra.
La Biblia es un libro religioso que pretende recoger la intervención de Dios en la vida de los hombres, el diálogo de amor de Dios con los hombres. Y precisamente como se dirige a todos los hombres está escrita en un lenguaje que todos puedan entender, el lenguaje común de las gentes que convivieron con los autores de esos libros que componen la Biblia. Por supuesto que en ese diálogo, como en todo diálogo, se dan a conocer sus interlocutores, los fines e ideales de cada uno, los planes que tienen; en este diálogo, además, uno de ellos, Dios, arroja luz sobre lo que es el otro, el hombre.
Desde luego que existen otros libros que podemos encuadrar dentro del género de «Libros religiosos» como son el Corán, las Máximas de Confucio, el Zendavesta, incluso podríamos, si ampliamos mucho el concepto, incluir aquí todas las mitologías. Alguno de esos libros nos habla de Dios, otros de la constitución del mundo, del origen del mal, nos dan normas de comportamiento. Pero, a diferencia de la Biblia, nos hablan de un Dios imaginado por el hombre y de una constitución del mundo también imaginada por el hombre, no de realidades.
La Biblia tiene la pretensión de hablarnos de un Dios real, no construido por la imaginación del hombre, del origen del mundo como algo real, no como una mitología, de unas normas de conducta enunciadas por aquél que conoce al hombre. Pero no es esta la pretensión última de la Biblia. La Biblia quiere transmitirnos un diálogo de amor de Dios con los hombres, mejor aún, con el hombre, pero, aún más, quiere incorporarnos a cada uno a un diálogo, personal, de amor con Dios.
Cuando hablamos de diálogo debemos notar que, en cierto sentido, estamos hablando de la actividad más crucial para el hombre. Un hombre sin diálogo es un solitario, incompleto, sin amigos, sin amor. La única forma que tiene el hombre de comunicarse es abrirse al tú con el diálogo. Por supuesto que el diálogo tiene distintos grados de profundidad y, dependiendo de esos grados de profundidad, son los lazos de unión que establece. Desde la relación comercial que se establece en un diálogo superficial con el vendedor de la tienda, hasta la comunión de vida y amor que se establece en el diálogo entre marido y mujer. Por supuesto que en el diálogo entran en juego todos los medios de comunicarse que tienen los hombres.
Pues bien, ese diálogo al que pretende incorporarnos la Biblia es un diálogo de amor con Dios en el que se establecen vínculos tan estrechos y profundos que se puede hablar de amistad, filiación. Más aún, pretende incorporarnos a ese "diálogo" eterno entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo y que la unión establecida por ese diálogo se refleje en la Iglesia, es lo que pidió Jesucristo en su oración sacerdotal: "ut omnes unum sint sicut tu pater in me et ego in te, ut sint unum sicut et nos unum sumus" (Juan). Algunos místicos han llegado a decir que en la unión con Dios el diálogo llega a ser: Dios dice al alma: todo lo mío es tuyo y el alma dice a Dios: todo lo mío es tuyo.
¿Pero la Biblia no nos relata un diálogo que tuvo Dios con hombres que ya murieron? ¿Cómo es posible que yo me incorpore a ese diálogo? Efectivamente, la palabra del hombre es temporal, se pierde en la historia, pero la de Dios es eterna y permanece siempre actual. Más aún, la palabra del hombre, en la medida que es parte de ese diálogo con Dios, de alguna manera participa de esa eternidad y de esa actualidad. Por eso puedo yo incorporarme a ese diálogo que llamamos también revelación pública y convertirlo en un diálogo personal: yo y Dios.
Por todo lo anterior se ve claro cuál es la disposición que hemos de tener para leer la Biblia con fruto. Ha de ser una disposición de fe y amor. Esto implica la vida de la gracia y la vida de oración. Se trata en realidad no sólo de leer la Biblia sino de vivir dentro de esa historia de amor que son el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento.
II. LA BIBLIA. GENERALIDADES.
1 . LOS NOMBRES DE LA BIBLIA
Los autores humanos de la Biblia no le pusieron nombre a los libros que escribieron ni tampoco los firmaron. Tanto el nombre genérico de la obra como el de cada libro en particular les fueron dados posteriormente.
Los hebreos dividían la Biblia en tres grandes secciones, cada una de ellas comprendía varios libros.
La primera sección la llamaban TORAH, que significa LA LEY y comprendía los cinco primeros libros;
La segunda era LOS KETUBIM, que significa LOS ESCRITORES, y a la última le llamaban LOS URIM, que quiere decir LOS PROFETAS.
El conjunto de todos ellos se designaba como LAS SAGRADAS ESCRITURAS.
Al aparecer el cristianismo se sumaron a los antiguos libros hebreos los escritos de los Apóstoles y discípulos suyos que transmitieron la vida y doctrina de Jesús, y estos nuevos libros Sagrados fueron recibidos con igual veneración por los primeros Cristianos y juntados a los antiguos libros sagrados Hebreos. Fue entonces cuando este conjunto de Libros Sagrados escritos por inspiración de Dios en número total de 73, comenzó a recibir diversos nombres. Se le llama: PALABRA DE DIOS, SAGRADA ESCRITURA, ANTIGUO Y NUEVO TESTAMENTO y, finalmente, LA BIBLIA.
¿Por qué esos nombres tan diversos? Como veremos a continuación, cada uno de ellos expresa aspectos importantes de lo que es la Biblia.
Se llama SAGRADA ESCRITURA para expresar que no se trata un libro en el que se puedan buscar enseñanzas de tipo científico, y que tampoco es un tratado de filosofía o de teología. Ese nombre nos hace ver que se trata de un libro exclusivamente religioso que pretende unirnos a Dios, expresando de manera que entienda todo mundo lo que Dios nos dice para que le amemos y seamos felices.
La palabra griega diatheke, empleada para traducir el hebreo berith, alianza, es también susceptible de tener el sentido de testamento. El autor de la epístola a los Hebreos jugará deliberadamente sobre este doble sentido posible, para señalar cuán estrecho es el enlace entre la nueva alianza y la muerte de Cristo (indicada en las palabras de la consagración del cáliz en la cena), y de ahí la expresión de Nuevo Testamento que en todas las lenguas será tomada como sinónima de nueva alianza. Como la nueva alianza viene a sustituir la nueva de aquí surgen otras dos denominaciones de la Biblia.
ANTIGUO TESTAMENTO Y NUEVO TESTAMENTO
La misma palabra testamento que nos trae a la mente la idea de la expresión de los últimos deseos de un padre antes de morir, que deja a sus hijos la herencia de bienes y buenos deseos. Así también nos dice que Dios nos deja una herencia para que seamos felices.
ANTIGUA Y NUEVA ALIANZA nos descubre que Dios ha hecho dos alianzas con los hombres y que en la Biblia están consignados los términos de ellas. Que ha habido esas alianzas significa que existe un compromiso mutuo entre Dios y la humanidad. La Antigua Alianza fue rota, como luego veremos, no por Dios sino por el pueblo de Israel, pero Dios promete una nueva y definitiva Alianza que tendrá lugar en Cristo.
Finalmente el nombre más común para designar los libros santos es el de BIBLIA, expresión que proviene del griego. Si se considera que procede de "Ta Biblia" significará "El libro", como si dijésemos que ese es el libro por excelencia, el libro de los libros. Si se toma como originado en "Ton Biblion", significará los libros, expresión que nos hace ver que se trata de una pequeña biblioteca, un conjunto de 73 libros muy distintos entre sí, escritos en diversas circunstancias, en géneros literarios muy diferentes y en un lapso de tiempo muy prolongado. Desde que se escribió el primer libro hasta que se escribió el último de ellos transcurrieron muy probablemente 1600 años.
2. TEMA DE LA BIBLIA
Si bien es verdad que podemos leer aisladamente los libros de la Biblia y nos dejarán un mensaje bueno y útil para la vida, los 73 libros que la componen, a pesar de su diversidad, tienen un tema común. Todos giran alrededor de la PALABRA DE DIOS, del DABAR YAHWÉH. Como veremos más adelante, San Juan en el prólogo de su evangelio llama a Cristo Logos, que equivale a Verbo en latín y a Palabra en castellano.
Este único tema lo desarrolla la Biblia en 46 libros del Antiguo Testamento -antes de la venida de Cristo- y 27 del Nuevo Testamento -después de la venida de Cristo-. Pero no obstante el tema único la forma literaria y el contenido de todos esos libros es diverso. Atendiendo a estas últimas características se pueden clasificar en tres clases distintas perfectamente definidas.
LIBROS HISTÓRICOS. Tratan de narrar, a su manera, acontecimientos realmente sucedidos, aunque no pretendan ser una historia en el sentido técnico de la palabra.
LIBROS DOCTRINALES. Su objetivo principal es transmitir una doctrina, un mensaje, valiéndose a veces de imágenes, alegorías, parábolas o recursos poéticos.
LIBROS PROFÉTICOS. Tienen como objetivo principal recordar la Alianza con Dios. A la luz de esa alianza explican sucesos presentes al profeta y también anuncian acontecimientos futuros, para exhortar, sostener la esperanza y la fidelidad, advertir, etc.
Por supuesto que historia, doctrina y profecía se pueden encontrar en todos los libros de la Biblia, aunque cada libro se dedique más a uno de esos aspectos.
En el Antiguo Testamento encontramos 21 libros históricos, 7 doctrinales y 18 proféticos.
En el Nuevo Testamento tenemos 5 históricos, 21 doctrinales y 1 profético.
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