Mis días de elocuencia han terminado -si algún día estos existieron-, se terminaron cual son finitas todas las cosas humanas, se desvanecen como el humo contaminante de los vehículos en el urbe, rescindieron como quedan concluidas las sonrisas lisonjeras y el embustero aire de grandeza del poder. No creo en la elocuencia, cuando el maravilloso don de la palabra se puede usar para la burla, el engaño y la satisfacción de apetitos egoístas. Si fuere así, prefiero no existan días elocuentes; prefiero se terminen, prefiero afirmar que terminaron. Ah! De mí cuando he utilizado la palabra bella a mi acomodo; la profané cual cosa sagrada es. La elocuencia ha movido masas al desastre, asesinado niños en los vientres, esparcido la sangre del inocente, manipulado corazones vulnerables, roto corazones de mujeres. Ah! De mí cuando profané la palabra. Ah! De mí cuando violé su grandeza. Denis Stella Baquero Millán (18...